Sentado en el malecón,
escrutando el horizonte,
olas que con rabia rompen,
en un corazón que esconde,
despierta a la desazón…
Esa gran línea infinita,
que yo creía uniforme,
ahora se ve torcida,
poseída en lo deforme,
investida de maldita,
una forma enloquecida,
que abruma mi corazón…
Y busco escuadra y cartabón,
mas no hallo en la mochila,
sino mil formas vencidas,
asimétricas, cautivas,
inútiles en su temor.
Clamo al océano eterno,
denunciando su osadía,
suplica el poro, el aliento,
la pestaña, la mejilla,
cada rincón de ese alma,
bloqueada en la desdicha,
que pide un poco de agua,
para aliviar su dolor.
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