domingo, 6 de febrero de 2011

ESOS ENTES CERCANOS LLAMADOS VENTILADORES

Hay gente que camina por la vida, empecinada en culpar a los que les rodean, de sus frustraciones, complejos, adversidades y miedos. Son esos entes a los que yo defino como ventiladores, dada su enorme facilidad para airear todo lo que les viene encima repartiendo malos rollos a diestro y siniestro en todas las direcciones, descargándose de culpa y repartiendo la misma a los demás, y no me refiero a especímenes de esos que por desgracia abundan, y que lo hacen a sabiendas desde un hervor de maldad, sino a esos otros que inconscientemente actúan de dicho modo, evadidos en su conciencia de toda culpa. 

El caso se agrava cuando las circunstancias de la vida, te obligan a tener cerca de ti a uno de ellos, lo que supone una constante batalla entre la razón y los despropósitos, difícil de librar, máxime cuando de por medio hay un vínculo afectivo intenso que conlleva afrontar las cosas con especial cuidado y sensibilidad para no herir a esa persona que aprecias o quieres. 

Cualquier persona con un poco de sentido común y bondad, acepta la libertad de pensamiento de los demás y se muestra comprensivo con su prójimo independientemente de que comparta o no su manera de entender las cosas. Es un hecho inapeable en la conducta humana ante el que no cabe discusión alguna, en el que el respeto se ha de imponer por encima de todo, ejerciendo como parte moderadora ante las discrepancias de reflexión. 

Sin embargo, el ser comprensivo con las reflexiones de los demás, sin compartir las mismas, lógicamente no ha de implicar nada más allá, que la diferencia de pensamiento. A modo de ejemplo diré que yo puedo respetar el miedo que tenga una persona a alguna circunstancia, pero dicha persona no tiene ningún derecho a hacerme partícipe del mismo imponiéndomelo como una verdad absoluta. Puedo respetar ese miedo, puedo actuar de un modo que mitigue el mismo en gesto sensible hacia la persona que aprecio, pero las consecuencias implícitas a esa manera de actuar, si son negativas, lo lógico es que el causante de las mismas, sea capaz de reconocer su origen y aceptarlo. El problema viene cuando en vez de aceptarlo, la persona se frustra con el consiguiente bajón en su estado de ánimo y entonces busca su autodefensa hallando duendes donde no los hay. 

Cuando quien actúa así es alguien que te puede resultar indiferente, la solución puede antojarse fácil, eso dependerá del carácter de cada cual para atajar las cosas, pero cuando el tema roza más de cerca y libra batalla con el corazón, es complicado afrontar el asunto, se lo aseguro. 

Un manojo de posiciones no compartidas pero aceptadas en gesto de búsqueda del equilibrio común, con unas consecuencias implícitas y ya conocidas a priori por el que cede, que frustran y ante las que se te exigen soluciones, sin entrar en razones quien enciende la chispa, por muchas explicaciones y razonamientos que intentes hacerle comprender, en los que existe un cerramiento en banda, mostrándose incapaces de asumir su llamémosle culpa, cegados por lo absoluto de su cerrada verdad sin ver más alla de ella ni de los pasos dados por el de enfrente para complacer.

No se lo aconsejo a nadie aunque estoy seguro de que a muchos de ustedes les es familiar esta situación.

3 comentarios:

  1. Hay gente que cuando coje carreria no puede parar de hablar. Una sorpredente y sincera entrada. Un saludo.

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  2. Ya lo decía el cantautor:
    "A la gente le gusta que uno tenga su propia fe"

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  3. Buen análisis psicológico. La verdad es que alguno tendría que recibir algunas clases para conocerse a sí mismo.

    Aunque no sé si algunos tienen remedio :D

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