John Willie, se había pasado la
mitad de su vida encerrado en la prisión de Angola, en el Estado de Louisiana,
pero por fin, y gracias a la realización de distintos trabajos en los talleres
de la penitenciaría, que le habían
supuesto beneficios en la duración de su condena, había recobrado la libertad.
Uno de aquellos trabajos
realizados junto a otros presos, había sido la fabricación de una nueva y
flamante silla eléctrica que sustituiría a otra vieja parca con respaldo, en
desuso y estropeada desde hacía ya varios años.
Y es que la llegada de un nuevo
gobernador al Estado, había supuesto la intención de recuperar costumbres abandonadas
en los últimos tiempos; costumbres que habían llevado a la muerte a muchos
culpables, pero también a demasiados inocentes, a golpe de una Ley de Talión
que colocaba a los verdugos a la altura moral de los, en indiscutible transgresión,
ajusticiados.
Sin embargo a él, aquello le daba
igual –El que la haga que la pague- pensaba para sí –Yo solo robé; mucho, sí,
pero nunca maté a nadie, así que nada tengo que temer-
No conocía a su hijo, Robert y es
que se había enterado entre los muros de la prisión que su novia estaba
embarazada; no porque se lo comunicara ella personalmente (que nunca fue a
visitarle) sino gracias a otro interno, Ted, conocido común de la pareja, que había sido
condenado un par de meses después que él y se lo había dicho. Muchos años después y a través del propio Ted,
que ya estaba en libertad, recibía por carta una fotografía; único testimonio
gráfico de su descendiente.
Cuando salió de la cárcel, había
tratado de contactar con él pero sus intentos siempre habían resultado infructuosos. Parecía haber desaparecido del mapa y es que
nadie sabía nada del chico en su ciudad natal, Columbia, en Carolina del Sur –Desde que murió su madre por las putas drogas,
se echó a perder, John- decían unos -No tuvo nunca el chaval buena vida- decían
otros… Respecto a su compañero de
cárcel, Ted, éste había muerto por un cáncer hacía ya cinco años
Por fin un día le encontró y es
que su fotografía ocupaba la portada de todos los periódicos:
“Robert Lee Willie, de veintiséis
años, ha sido ejecutado en la Prisión de Angola (Lousiana), la mañana de
ayer. El reo había sido condenado por
violar, y apuñalar hasta en diecisiete
ocasiones, a una joven de dieciocho años, cuando ésta regresaba a su casa tras
haber estado en una fiesta de fin de curso.
El reo, que falleció en la tercera de las cuatro descargas eléctricas
que le administraron, afirmó horas antes de que le trasladaran a la silla, que
no tenía miedo a la muerte y que se sentía muy orgulloso de sí mismo. Sin embargo, trabajadores del centro
penitenciario, aseguraron que no había podido dormir ninguna noche desde que le
comunicaron el día y la hora de su ejecución”…
______
Postrado
en el viejo sofá de su casa, John apuraba las últimas gotas de una botella de
Jack Daniels. Había pasado una semana
desde que conoció la noticia de que su hijo había sido ejecutado en la silla de
la muerte que él había construido y desde entonces no había vuelto a salir a la
calle. Se incorporó tambaleándose y se
dirigió al sótano. Allí reposaba,
cubierta de polvo, la antigua guillotina de imprenta con la que su padre
trabajó durante tantos años. La enchufó
a la toma de corriente de la pared, colocó ambas manos bajo la cuchilla y pisó
con firmeza el pedal de corte.
José Carlos López Martín (Costampla)
29/12/2012
*Adaptación de hechos reales acontecidos en Estados Unidos en el año
1984. Fuente: Hemeroteca Diario ABC.
Edición del sábado 29 de noviembre de 1984.
Terrible y truculento. Que no sea una metáfora entre el 2012 y el 2013 cuyos males anuncian los agoreros.
ResponderEliminarTe traigo mis deseos para el 2013 tocando madera por lo que acabo de leer, que sigas manteniendo esa inspiración para expresar historias con alma que nos sigan emocionando.
Gracias por todas las aportaciones que tan espléndidamente nos has regalado.
Ufffff, me quedo sin palabras.
ResponderEliminarUn abrazo
Estupenda la narrativa de tu relato. Sin lugar a dudas, sos un maravilloso escritor, José carlos!
ResponderEliminarMis felicitaciones y admiración!
Excelente la adaptación que has hecho de este tristísimo hecho real. Es muy duro y terrible, pero más que nada me inspira tristeza por la condición humana...
Un fuerte abrazo, querido amigo!
Lau.
José Carlos, qué magnífico escritor eres, y que tenebrosa historia, un hecho real... ¡Muy fuerte!!!
ResponderEliminarUn besazo amigo y que tengas un estupendo fin de semana TQM,