Hace unos días me contó mi padre, todo lo que hubieron de pasar los suyos a lo largo de una vida que para nada les fue fácil. Si de por sí, percibía la niñez y juventud de los míos como tiempos muy lejanos, podéis imaginar el distante escenario, donde mi mente situaba las muchas experiencias que hubieron de pasar mis abuelos, desde que nacieron hasta hoy en día.
Mi padre decía que comprendía tal apreciación, pues así, él mismo siempre lo había percibido, sin embargo me hacía ver que estamos equivocados, que lo que nos parecía una eternidad, no era tal; que todo había acontecido hacía menos tiempo de lo que nos parecía y que esa historia que él, afirmaba reciente, había de tenerse siempre muy presente y aprender de ella, tanto de lo bueno y positivo de la misma, como de todo lo malo –que fue mucho- para así evitar caer en los mismos errores.
Me costaba mucho estar de acuerdo con él y es que me hablaba de un estilo de vivir que hoy en día sería impensable. Era complicado aceptar que tras el extraordinario progreso de la sociedad desde entonces hasta hoy en día, tuviéramos que mirar a un pasado repleto de sombras para prosperar y construir futuro…mas ¡cuánta razón tenía!
Así, a modo de ejemplo, me habló de las vivencias de mi abuelo Manuel, tratando de establecer un paralelismo de su historia con la de cualquiera de nosotros. Parecía complicado que lo lograse, pero vaya sí lo consiguió, pues aun existiendo importantes diferencias en cuanto al estilo de vivir de aquella sociedad en comparación con la nuestra, lo cierto es que analizando el asunto en profundidad, existían más similitudes de las que podía esperar.
El abuelo, nació en una pequeña villa de la Serranía de Cuenca, una tierra inhóspita, áspera para un ser humano que trabajando la tierra y cuidando ganado, se ganaba la vida. Vino al mundo en una época en la que España, estaba sumida en una profunda crisis tanto económica como de valores. En aquel escenario, la gente de posibles quería seguir ganando el mismo dinero y era incapaz, llevada por su avaricia, de sensibilizarse con un pueblo cuyas familias pasaban hambre; un pueblo que apenas tenía acceso a la sanidad, a la educación de sus hijos; un pueblo que traía al mundo descendientes a los que se le presentaba un horizonte oscuro; un pueblo al que la hipocresía de los que les gobernaban había conducido a una guerra… En medio de esa guerra había nacido mi abuelo.
Los que representaban a aquellos infelices en el parlamento, reiteraban vacías promesas que nunca se llevaban a término. Unos y otros, ya fueran de una u otra ideología, desinformaban y manipulaban a los ciudadanos, los irritaban, los colmaban de odio llevándoles a cometer las más terribles atrocidades y como no podía ser de otro modo, aquel fanatismo interesado de unos pocos acabó en una tragedia que sembró de sangre cada rincón de nuestro país.
Acabó el conflicto con vencedores de una ideología y vencidos de la contraria, pero los verdaderos perdedores, los que de verdad sufrieron las consecuencias del desastre, fueron aquellos ciudadanos sencillos que, ausentes de toda tendencia política, fueron llevados al matadero por unos pocos.
Se fueron los soldados, marcharon los cañones, pero el hambre no quiso irse y se cebó con saña en los más desfavorecidos. Fueron tiempos muy duros y fueron los de siempre, los más desprotegidos, quienes con su esfuerzo y trabajo, ayudados por la herramienta más extraordinaria desde la creación; la Esperanza, sacaron al país adelante. Para ello, muchos hubieron de emigrar de los pueblos a la ciudad en busca de nuevas oportunidades, otros incluso hubieron de marchar a lejanos países para poder ganarse el pan… Mi abuelo, con tan solo doce años, acudió a Madrid junto a su hermano mayor, dejando atrás familia y vida.
Y allí, en la gran ciudad, ejerció distintas ocupaciones, viviendo de mala manera pero ganándose con sudor el dinero en unas condiciones de trabajo precarias que había que aceptar para poder sobrevivir. Poco a poco el país empezó a salir de tan triste situación y también despacito, el abuelo Manuel fue madurando en una ciudad que ya consideraba como la suya. Allí conoció a la abuela, que también había emigrado de su pueblo hacia Madrid para ganarse el pan y mandar también dinero a los que dejaba atrás. Pasados unos años, se caso con ella. Como las hormiguitas y a base de muchísimo trabajo e ilusión, pudieron ahorrar un dinerillo y con el mismo, se montaron su propio negocio; un bar en un barrio del extrarradio de la capital. Tres fueron los hijos fruto de su matrimonio, siendo mi padre el más pequeño de ellos.
Aun con el país pacificado y en prosperidad, lo cierto es que el pueblo, gobernado por la dictadura de los vencedores de la guerra, clamaba por un giro hacia la verdadera libertad y así, muerto el dictador y de la mano del nuevo jefe de estado, el Rey Juan Carlos, se dieron los pasos necesarios hacia una democracia al estilo del resto de países de nuestro entorno. Aquel paso no fue fácil, pero la generación de mis abuelos, harta de tantos sufrimientos pasados, puso su mejor voluntad, dejando de lado las ideologías para darnos a todos, el mundo que tenemos hoy en día.
En la actualidad, nuestro país vive una crisis descomunal, cada vez hay menos trabajo y el poco que hay lo es en condiciones preocupantes. Fruto de la falta de dinero se nos ponen trabas en la educación, se nos limita el acceso a la sanidad, cada día se producen cientos de desahucios y la miseria empieza a campar a sus anchas por nuestras calles.
La avaricia de unos pocos conduce al pueblo al caos y quienes representan a este, ya sea gobernando o no, lejos de darle soluciones, le manipulan y engañan. Promesas y más promesas incumplidas viviendo a cuerpo de rey mientras los ciudadanos pagan los despropósitos. De nuevo las dañinas ideologías, de nuevo el enfrentamiento que enciende al ciudadano… de nuevo una sociedad más cercana a cometer los mismos errores del pasado que a aprender de lo fatal de los mismos.
Y unos abuelos que se lamentan, que ven como todo su esfuerzo está siendo demolido sin piedad y que miran al cielo pidiendo que sus hijos y nietos, no pasen por todas las penurias que ellos han pasado.
Yo no quiero que la historia se repita. Yo creo en la bondad de las personas. Yo creo que entre todos podremos sacar esto adelante, pero para eso hace falta buena voluntad y sacrificio. Tomo nota de lo que me ha contado mi padre. Me he prometido a mi mismo que tendré muy presente el pasado para construir el futuro.
¿Te apuntas conmigo para construir el futuro desde la paz?
Este chico apunta maneras, prosa fácil, sencilla y buen corazón.
ResponderEliminarEnhorabuena al chaval y también al padre.
Solo te voy a dar un consejo (al hijo), estudia, trabaja, pero sobre todo desarrollate como personal.
Felices pascuas.
Estupenda entrada Carlos, valorando desde tu criterio, que considero muy acertado la actual situación.
ResponderEliminarSolo darte mis felicitaciones!!
Eso si, estudia, esfuérzate y se lo que quieras en esta vida.
Felices fiestas!!
José Carlos, es un gusto especial para mí, compartir el Premio Liebster Blog, espero que lo disfrutes lo tienes más merecido, http://www.solo-de-interes.com/2012/12/con-alegria-traigo-para-compartir-el.html, miles de abrazos
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