lunes, 1 de diciembre de 2025

A Carlos

Nació un día como hoy, hace veintisiete años, y desde entonces el mundo aprendió a contener la respiración cada vez que él sonreía. Carlos, con la frente siempre despierta y los ojos que no se conforman, llegó con la promesa de un corazón demasiado grande para los mapas pequeños que a veces nos trazamos. Fue niño guapo y espabilado, y esa mezcla de belleza y curiosidad le hizo caminar por la vida como quien explora una ciudad nueva, atento a las esquinas, a los ruidos, a las puertas que se abren sin aviso.


Tiene en su cuerpo y en su mente una capacidad que asombra, vivacidad que recuerda la velocidad de los instantes y una inteligencia que desarma lo cotidiano. Pero también ha aprendido a vivir con el pulso apretado por el miedo a dar pasos que cambien el paisaje. Ese temor, que a veces lo ha hecho quedarse en la orilla cuando el mar pedía que nadara, no borra la grandeza de su latido; la hace más humana, más cercana. Porque quien siente tanto, quien piensa tanto, sabe que el riesgo no es solo una puerta, sino una casa que hay que aprender a habitar.


Rodeado de los mejores amigos —esos que son espejo y refugio— ha tejido una red de lealtades que lo sostienen cuando la vida se vuelve dura. Es hijo que escucha, hermano que acompaña, nieto que ilumina con su risa las sobremesas. En cada uno de esos papeles se revela su generosidad. No la ostenta, la ofrece; no la mide, la entrega. Merece lo mejor no por derecho, sino por la constancia con la que regala su tiempo y su ternura, aun cuando la suerte no le haya sonreído con la frecuencia que su corazón merece.


Hoy, en este cumpleaños, quiero hablar de las posibilidades que aún le esperan. Hay en él una energía contenida, una fuerza que solo necesita un gesto —un paso pequeño, una decisión humilde— para desplegarse. No es necesario que cambie su esencia; basta que confíe en la hondura de sus propias manos, en la claridad de su pensamiento, en la bondad que lo define. Que se permita equivocarse sin convertir el error en sentencia, que se permita soñar sin pedir permiso, que se permita ser valiente a su manera.


Le deseo, con la ternura de quien lo conoce y la esperanza de quien lo ama, que encuentre puertas que se abran con facilidad y caminos que lo inviten a correr. Le deseo amigos que lo empujen cuando la duda lo ancle y silencios que lo dejen recomponer su voz. Le deseo suerte, sí, pero sobre todo le deseo coraje, ese coraje que no es ausencia de miedo, sino la decisión de seguir adelante a pesar de él.


Que este año sea un mapa nuevo donde cada línea dibuje una posibilidad; que cada amanecer le recuerde que la vida, aunque a veces esquiva, guarda siempre un rincón para los que no renuncian a su propio latido. Y si alguna vez vuelve a dudar, que recuerde que nació para sorprender, para querer con intensidad y para ser querido en la misma medida. Feliz cumpleaños, Carlos, que la vida te devuelva en abundancia lo que tú ya das sin medida.


Papá

30/11/2025

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