Bajo el calor de una tarde de estío,
en el Huerto de Los Sueños Perdidos,
sombras de luto en el mármol pulido,
cercando al aliento en dolor y frío.
Dos manos temblorosas que se buscan,
miradas deambulando en el vacío,
y ese silencio que en tanto, te hurga,
diciéndote insolente, que ha vencido.
Entona un ruiseñor sobre un olivo,
armónicos acordes de esperanza,
transita hacia el oeste el sol que avanza,
tenaz en el andar de su camino.
Los niños juguetean en la plaza,
el monte huele a orégano y tomillo,
las nubes sobre el cielo se desplazan,
la luna cada noche emite brillo.
Destino, que cruel te me declaras,
acérrimo enemigo en mis andares,
conozco cada piedra de estos lares,
y poco o nada, ya a mi me
espanta.
Que ahora me ahogo en las
soledades,
Mas en breve,,,, aparecerá el
alba.
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