Un ladrón no te avisa cuando te
va a robar, ¡sería un ladrón estúpido! De
repente, cuando tú menos lo piensas, es cuando llega…
¡Qué pequeños somos!... tan
menudos, tan simples… compendios insignificantes de materia inapreciable en el
infinito cosmos, de paso por el mismo en un transitar incierto sometidos al
capricho de desconocidas, intratables e innegociables fuerzas que a cíclico
ritmo consuman un ritual predefinido desde el inicio de los tiempos.
¡Qué pequeños somos! y aun así, tendemos a vivir convencidos de que
algo tan complejo, tan vasto, tan demencial como el universo, gira
cadenciosamente a nuestro alrededor…
Soy de los que deambulo a golpe
de agenda vital; de esos que cada vez que alguna circunstancia distorsiona la
misma, pierden con facilidad el norte en el colosal empeño de reconducir todo a
su normal sitio. Metódico en lo capital,
quizás anárquico en avatares de segundo plano, que sin embargo conservan un
orden básico, que no simétrico, mas apañado en su fondo.
En fin, que el normal ritmo
coordina el adecuado movimiento del engranaje trascendental y que cualquier
distorsión, quizá apenas el más mínimo desgaste de una pieza, dispara las
alarmas de la sala de emergencias del común sentido para devolver todo a un
orden, mi orden, lógico.
Es a veces, que el equilibrio vital
de uno mismo y de aquellos que le rodean, se quiebra brusca, brutalmente; y entonces, aun tratando
de reaccionar el ser en gigantesco derroche de voluntad, es tal la magnitud del
desastre, tal la dureza y crueldad del mismo, que la impotencia asoma poderosa,
enérgica, como una losa indestructible que adosada a la espaldas, te intenta aplastar y sepultar de manera irremisible,
sumiendo en tinieblas un corazón, depositario de ilusiones, esperanzas y sueños.
Un ladrón no te avisa cuando te
va a robar, ¡sería un ladrón estúpido! De
repente, cuando tú menos lo piensas, es cuando llega…
Una mañana, como de costumbre,
estás en tu trabajo, en la universidad, en casa, en el mercado… y recibes una
llamada de teléfono. No das crédito a lo
que escuchas, te parece imposible, inaceptable, incomprensible, insostenible…
Pero es real, crudamente veraz, terriblemente cierto lo que te cuentan.
Del estado de bloqueo inicial, el
subconsciente reacciona casi de inmediato, poniendo en funcionamiento una
compleja maquinaria dinamizada por la improvisación, que de la mano de la más
espesa incertidumbre, trata de crear un esquema lógico que justifique con
argumentos racionales lo acontecido, a la par que somete la mente a miríadas de
cálculos para hallar salida al problema, condenados a atorarse, unos sobre
otros y siendo imposible concluir solución efectiva alguna. Así, y ya con el convencimiento de que la
racionalidad descarta de manera firme cualquier posibilidad de retraer el revés,
es entonces cuando toca afrontar el envite y aceptar que todo ha cambiado, que
esa agenda vital que tanto mimabas y procurabas llevar a rajatabla, en continua
sincronización con los normales avatares diarios, se ha perdido, se ha roto, ya
no vale… y toca hacerse con una nueva en la que planificar un nuevo camino
adecuado a las circunstancias impuestas por el cruel destino.
Es ahora que estoy, en esa fase
de reconstruir mi agenda, negándome a consentir que la losa consiga
aplastarme. Es ahora que estoy,
siguiendo los sabios consejos de un buen amigo, tratando de ver desde lo más
profundo del pozo, la luz que asoma sobre el brocal, que con sus rayos llega
hasta el fondo construyendo una escala de esperanza que me he empecinado en
remontar.
La vida sigue y aunque quizás el
guión es distinto, toca asumir las nuevas circunstancias, con el coraje,
decisión y entrega precisos, para tratar con toda mi alma de transmitir
esperanza a la gente que me rodea y a la que quiero.
Quizá sea muy pequeño… menudo,
minúsculo, irrisorio en el universo, pero mi alma se niega a serlo,
sencillamente porque se quiere, porque sabe que está de paso y porque está
convencida de que, ese espíritu para luchar por superar los problemas, me hará
crecer enormemente, como persona, como amigo y como padre.
Muchas gracias José Antonio. ¡Te
quiero amigo!.
Con todo mi afecto para José
Antonio Fernández Senovilla
Amigo después pasaré a comentar, ahora estoy emocionado con tus palabras que muestran esa entereza siempre necesaria ante la adversidad.
ResponderEliminarUn abrazo
Lo prometido es deuda y estoy de vuelta para comentarte ya sin estar poseído por la emoción de una primera lectura.
ResponderEliminarMira, yo creo que en este Cosmos todo está enlazado de una forma u otra y que es importante todo lo que aparece en nuestro camino, lo bueno, lo malo, lo indiferente, lo importante, lo afortunado y hasta las desgracias, ya que siempre son por algo, a veces conocido y otras desconocido, siempre existe un motivo para ese encuentro ocurra y como bien dices no somos gran cosa en este gran Cosmos y por ello que hemos de estar atentos a todas nuestras líneas que atravesando cualquier frontera nos enlazan.
Esta mañana me emocioné porque si hay algo importante de verdad es que tus amigos sean fuertes y tenga esa entereza que es tan fácil de predicar y tan difícil de conseguir; soy consciente que eres un tipo muy fuerte pero con tu escrito sé que eres un gran hombre y que todo esto lo vas a saber digerir tras el duelo necesario en el que uno echa el dolor poco a poco.
Siempre estaré cercano amigo y si alguna vez me necesitas ya sabes que cuentas con un servidor.
Un abrazo.
Compañero, he podido leer las palabras que han salido de tu corazón herido, pero estoy con Jose Senovilla en la creencia que si Dios nos tiene aquí es por una razón, que tú y yo ahora desconocemos pero que sólo Él sabe, y hasta que no hayamos terminado nuestro trabajo aquí, no podremos partir de nuevo.
ResponderEliminarCuando nos enfrentamos a la dureza de la vida real, nos descoloca nuestro avatar diario, y hay que hacer dos cosas primero digerirlo y después intentar continuar con nuestro periplo.
Un fuerte abrazo.
Y arriba el ánimo coño, que pareces del Atletí.
Amigo mío. Sé que no me conoces, pero no hace falta, estamos conectados por la "causalidad" y eso es mucho.
ResponderEliminarAhora mismo no tengo palabras que ponerte, desconozco realmente que ocurre, pero lo imagino. Pero te prometo que en cuanto calme mi emoción por lo que escribiste te contaré algo, te lo prometo.
Mis avatares con la vida han sido y son diversos. Ahora mismo estoy viviendo otra cruel que nadie merece, nadie. Por eso quiero tranquilamente transmitirte una cosa. Pero ahora mismo cualquier cosa que te diga, solo servirá para emocionarme y emocionarte y a lo que he venido simplemente es a mandarte un fuerte abarzo mío y de mi mujer.
Mañana Dios me dará fuerzas para venir de nuevo aquí.
Os agradezco de todo corazón vuestras muestras de afecto amigos. Sabéis que ha sido un golpe muy duro para la familia pero yo soy afortunado de poder tener cerca a los míos. Vuestras reflexiones y palabras de ánimo nos están sirviendo de enorme ayuda para tener la fuerza y coraje suficientes con los que tratar de ayudar a salir de esta a mi cuñado y sus hijos, que son los protagonistas directos de la tragedia y quienes ahora nos necesitan más que nunca. Sois excepcionales. Gracias, muchas gracias. Un abrazo enorme.
ResponderEliminarTambién un servidor es de los de sota, caballo y gallo. Por ello cuando los esquemas se me rompen, me ocurre como a los puzzles, que me desparramo y tardo en recomponerme. Es cierto que cuando la vida y su tránsito nos golpean con esa dureza inusitada pensamos que no habrá nada que nos pueda hacer levantar otra vez, pero también es verdad que siempre se dijo aquello del "que no nos de Dios lo que somos capaces de aguantar". He vivido, como tantos otros, avatares parecidos al tuyo, en este caso justo el mismo y es verdad que todo se descoloca y parece haberse roto como una taza de porcelana, pero el tiempo y su pasar vuelven a cicatrizar heridas, aunque nunca olvidemos donde estuvieron. Mi deseo de que al fondo del pozo llegue pronto la luz, aunque sea en débiles rayos otoñales. Llegué a tu morada de la mano de Senovilla, buen amigo al que no conozco, y por aquí habré de quedarme. Un abrazo afectuoso.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras de ánimo Mauro. Bienvenido a ésta, mi humilde casa que también es la tuya. Un abrazo
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