Guarnecido de la incesante lluvia, bajo la marquesina de la parada del autobús, era su estampa un alegato desgarrador a la compasión. Escabrosos harapos extendiéndose en jirones y un cartón empapado a modo de improvisada manta, cubrían a duras penas un ente, castigado sin clemencia por la hambruna y el atroz frío de la gélida noche de Madrid.
Cosido al rincón de aquel templete, asomaban sus ojillos añiles que despachaban ahogo, de soslayo entre aquel tarjetón marrón, observando a los escasos transeúntes que de cuando en cuando quebraban la soledad de su sombra y que al apreciar su presencia, desviaban su avance y mirada como alma que lleva el diablo, algo que aun desolándole y haciéndole sentir como un apestado, conseguía arrancar una sonrisa irónica de su rostro, en chanza a un cosmos al que despreciaba.
El sueño finalmente venció a sus cavilaciones y garrotes, socorrido por los vapores etílicos del cartón de vino que horas antes había podido escaquear de un supermercado cuando invirtió el par de monedas de las que disponía, en una barra de pan y una lata de sardinas.
Se transportó su mente a lapsos de la infancia, compartiendo tablero y mantel con sus padres y hermano y las piernas cubiertas con las faldillas de la mesa camilla al calor del brasero eléctrico, mientras por el VHF emitían una película de vaqueros.
Surgían escenas de los tiempos de escuela e instituto y de aquellos devaneos iniciales con la cerveza y los porros sentados en el parque del barrio. También de aquellos meses de servicio militar donde tuvo la suerte de sacarse todos los carnets de conducir y de su primer trabajo conduciendo un camión.
Sonaba la marcha nupcial del día de su boda, los aspersores del jardín del adosado en Illescas y los ánimos ilusionados de Estela cuando entrampados, compraron su propio vehículo y empezó a trabajar de autónomo.
También los gemidos del alma rota de sus padres cuando su hermano murió de una sobredosis, los gritos de mamá en las visitas al psiquiátrico donde falleció y el soez crujir de la soga donde el cuerpo de su progenitor se balanceaba en la buhardilla de la casa del pueblo.
Los sollozos de su pequeña cuando discutían en el salón, la voz pausada del director de la financiera cuando les embargaron el camión y el llanto ensordecedor de Estela mientras la Guardia Civil se lo llevaba esposado tras haberla apaleado brutalmente completamente borracho.
Percibió una mano que lo acariciaba con exquisita ternura, invadió la calidez su substancia a modo de inapelable bálsamo y sintió correr por las venas torrentes de amor y paz anegando cada ángulo de su esencia en tanto una explosión de luz invadía el vacío de su alma.
A las seis y media de la mañana, con las primeras luces del alba, unos esperaban el primer autobús para acudir al trabajo mientras contemplaban en silencio aquel bulto tapado por una manta, celado por funcionarios que también esperaban, en este caso al juez de guardia, para levantar el cadáver.
La cruda realidad de mucha gente reflejada es un escrito de gran calidad.
ResponderEliminarEs cierto Marta, es una realidad que el mundo se niega a ver. Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo
Eliminarwooooooow tremendo relato, cuántas historias esconden la gente que vive en la calle y que abrumado se duerme pensando en lo que tuvo y si mañana volvera a despertar o no.
ResponderEliminarUna dura realidad, relatada de un modo que sobrecoge, tremendo relato mi querido amigo.
Muchos besos ronroneados en mi abrazo ^_^
Hola Paula, ciertamente yo creo que no esconden sus historias, tan solo que no tienen quien las escuche con el corazón abierto y les ayude. Muchas gracias por estar siempre ahí compi. Besos
EliminarQue relato más duro per que real en nuestros días, seguro que hay muchas personas que se verían reflejados en esta historia y ojalá alguien de los que están viviendo esta situación pudieran tener otra oportunidad y un final felíz y no simplemente un final.
ResponderEliminarun abrazo
Bego
@bego48
Ojalá Bego, pero por desgracia el mundo no les facilita las cosas. Quizá algún día, todo sea por fin distinto.
EliminarGracias por el comentario. Un besote
Algo tan común, tan presente y asiduo ultimamente, lo conviertes en algo tan subliminal que pareciera brotar por cada uno de los poros el sufrimiento de esos gemidos que a escondidas sollozan la cruda realidad, orgulloso el papel de recopilar tus letras...abrazzzusss
ResponderEliminarAmigo Josh:
EliminarEs un honor, viniendo de ti, lo que afirmas respecto al relato. Yo si que estoy orgulloso de saber que visitas este rinconcito y valoras mis letras maestro. Un fuerte abrazo.
Siempre que veo una persona asi, pienso en que tendra toda una vida, y que en algun momento seguro que fue feliz.
ResponderEliminarUna entrada muy dura, pero muy actual.
Un abrazo
Muchas gracias por tu comentario paisana. Dramas similares se dan en todos los ámbitos. Cuando ocurre en un pueblo chiquitito, entre unos y otros tratan de sacar adelante a estas personas, cuando pasa en una gran urbe, desgraciadamente y en la mayoría de los casos, las cosas asoman distintas. Besos
Eliminarno puedo ni responder...pues alguna que otra vez me he encontrado y aún se que me seguire encontrando...y sigo sin decirle, hola, que necesitas... y paso,sin mirar, sin saber que hacer......tendra esta alma familia, amigos...al rato y alejandome pienso ...vendra una ONG a ayudarle, el cura de la parroquia lo sabra...¿se le podra ayudar.?...¿tendra problema con el alcohol? = drogas...¿tendra alguna locura? = debe ser imposible convivir con él, tenerlo cerca...no es facil preocuparse por los gemidos del alma...esto la creacion de bombas nuevas y el sufrimiento de los niños me hacen dudar...siempre dudo de todo...j. c.
ResponderEliminarCuanta razón tienes Juan Pedro, para nada es fácil, pero cierto es que nos cuesta mucho al menos el intentarlo. Sin embargo dudar del mundo y de las tantas aberraciones que lo colman, es algo que escandaliza a todo ser humano con el más mínimo sentido común. Si todos fuéramos de otro modo, las cosas serían distintas. Debemos esforzarnos de una vez por todas en ponernos el mono de trabajo y empezar a arrimar el hombro. Un fuerte abrazo
EliminarLeyendo este grandioso relato, me vienen a la cabeza algunas de las antiguas composiciones de Joaquín Sabina, donde era capaz de condensar multitud de asuntos diferentes en una canción. Me viene a la cabeza La Balada de Tolito, que venía a ser de otra manera, algo parecido a lo que relatas. La capacidad de condensación y de contar la esencia de lo que había que decir me dejan perplejo. Sencillamente magistral. Podía aprender de ti alguien tan versado como Fen Follet, que necesita 1200 páginas para decir lo que se puede decir, valga la redundancia, en tan solo doscientas. Un saludo y te sigo.
ResponderEliminarhttp://lafactorianavarro.blogspot.com.es/
Ostras Mauro, te has pasado compi comparándome con Ken Follet, pero vaya, que es un honor recibir de vos tamaño halago y te lo agradezco, vaya que sí :). Lo cierto es que dramas como el del mendigo, los hay a espuertas y no son necesarias muchas palabras para denunciarlo al mundo. Todo el mundo tiene detrás una historia y desgraciadamente no profundizamos en conocerla, sin embargo sí somos especialmente hábiles en enjuiciar las cosas y sentar cátedra de la manera más alegre e injusta. En fin, amigo, que es lo que hay...
EliminarUn afectuoso abrazo
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