¿Quién recogió las brumas, que en la mañana se me antojaban oscuras?
¿Quién aplacó los vientos que sumían a mi alma en inconsolable lamento?
¿Quién disipó las dudas que, sin remedio y tenaces, me lanzaban a la locura?
¿Quién amasó los restos, de un corazón cansado que se agotaba en el tiempo?
¿Quién…?
Muchas preguntas para un corazón cansado...
ResponderEliminarUn abrazo.